lunes, 21 de noviembre de 2011

Cuando se quiere salvar el mundo

En mis andanzas, he tenido la suerte de encontrarme con mucha gente que no es indiferente a las injusticias, a la corrupción, a los derechos pisoteados. Conozco personas que comparten conmigo una sensibilidad y un compromiso suficientes como para indignarnos cuando la situación sea insoportable.


Si hay algo que todos los que nos indignamos sabemos, es que no todo está en lamentarse: es necesario actuar, hacer frente a las cosas que nos indignan, trabajar por cambiar una realidad injusta. Sabemos que el mundo no es solo nuestro, sino de todos, y que todos tenemos igual derecho a disfrutar de él e igual obligación de dejarlo en buen estado para las siguientes generaciones.


Al surgir esta necesidad de enfrentar lo indignante, es marcada la diferencia entre dos, digamos, «modalidades de manejo de la indignación». Pese a que exista gente que, si bien se indigna, no actúa, mis «modalidades» se refieren a la gente que actúa a partir de su molestia. La primera es una lucha silenciosa y lenta, y la otra es una participación llamativa y agresiva.


Admito que siempre me he inclinado más por la primera de las opciones, la silenciosa y lenta. Cada vez que se me cruza una persona capaz de indignar, me tomo el tiempo de hablarle personalmente, convencerla de que negar derechos y promover una verdad absoluta es intolerable. No es nada sencillo, pero una vez que consigo empujar las murallas, quedo satisfecha y segura de que esa mente está preparada para abrir otras mentes a su paso, mientras yo seguiré haciendo lo mismo por mi parte. Educar a una persona para que esta, a su vez, eduque a otra, y así sucesivamente, es efectivo y necesario como prevención de futuras injusticias.


Pero, como decía, esa tendencia «educadora» es un proceso extremadamente lento (pese a ser seguro). Por eso, aparecen algunos opositores, los llamativos y agresivos, con argumentos como: «¿Acaso te pensás que los derechos laborales se consiguieron por andar pasando la voz?» o «La reivindicación de los derechos de la mujer es fruto de protestas y presiones». Bueno, tienen razón. Pero también la tienen los menos frontales.


Claro, que una persona en situación de discriminación se ponga a hablar directamente con quien la discrimina para intentar abrirle la mente es un poco complicado, por lo cual es necesario llamar la atención de manera un poco más rápida y que tenga mayor alcance. Pero tampoco es cuestión de que un joven participe en manifestaciones callejeras sin saber por qué está marchando.


A pesar de las diferencias entre ambos grupos de indignados, que tal vez no todos noten, o que quizás yo esté exagerando, lo cierto es que uno no puede existir sin el otro. Podría decirse que necesitamos cambiar sigilosamente a nuestros iguales y cambiar con ruido a quienes nos quieran pasar por encima. En cuestiones de indignación, es importante tener controladas ambas acciones, la de crear conciencia y la de protestar: que nadie proteste sin entender por qué lo hace, y que nadie comprenda la situación sin actuar al respecto.

lunes, 14 de noviembre de 2011

Renacer de la vida urbana en el casco antiguo


Asunción es una ciudad de esqueleto colonial pero de corazón joven, que por mucho tiempo fue el único centro urbano de referencia para el país. En particular el casco antiguo. Se escuchan las historias de adultos mayores de cincuenta que cuentan cómo antes las más esperadas actividades era sentarse en los balcones o en las veredas para ver pasar los corsos o las típicas caminatas en las mañanas de sábado por la calle Palma.


En las últimas décadas, este casco antiguo ha perdido un poco de atractivo para la gente de sus alrededores. Pese a conocer las historias de la anterior vida que tenía esta zona, toda mi infancia la pasé observando cómo es un lugar prácticamente muerto fuera del horario "de oficina". Sin nada que hacer, sin ningún lugar que visitar, sin estímulos que nos lleven a dirigirnos a ese lugar.


Sin embargo, hace cuestión de meses, quizá unos pocos años, venimos presenciando una lenta revitalización del casco antiguo como centro de la vida urbana: jóvenes artistas que abren espacios para expresarse, gente que de nuevo prefiere buscar actividades en el centro, los típicos restaurantes que no dan abasto para los numerosos visitantes, los edificios emblemáticos vueltos sitios de interés histórico y turístico, sitios dedicados al arte con su pequeño pero fiel público...


Uno de los sitios en donde se puede notar la vuelta a la vida de la zona como corazón urbano de la ciudad es el Puerto de Asunción. Una vez al mes, Puerto Abierto da lugar a la Feroz Feria Guasu, en la cual, aparte de los mismos productos expuestos, hay presentaciones de diversos artistas, proyectos socioambientales, entre otras atracciones. Una gran variedad de propuestas que conduce a una mayor concurrencia de gente. Al ser la población del país en su mayoría gente joven, este evento reúne una diversidad enorme de la juventud paraguaya, además de turistas y expositores provenientes de otras zonas y gente de distintas edades. Se ven personas que tal vez no sería posible ver reunidas en otro sitio, lo cual es único. Personas de diversas procedencias, con gustos diferentes, con ideas diferentes, reunidas en un mismo lugar, expresándose y viendo a otros expresarse.



Y no es el único evento de estas características, lo sé. Se puede ver cómo hay gente reunida en el centro en otros eventos, en otros lugares, fuera del horario de mayor actividad de esa zona. Hay nuevos locales abiertos, en espera de gente que decide regresar a esta parte más vieja de la ciudad para pasar un momento inolvidable. Porque, al menos por ahora, la sensación que se tiene en esas reuniones en el centro es muy especial: se puede armar barullo, pero, a la vez, aún existe una relativa tranquilidad, la cual parece crear una atmósfera protectora, una privacidad. Todo suma para sentirse rara, pero cómoda, como en ningún otro lugar.


Y, si alguno recuerda, sobre todo aquella gente mayor que yo, que hace unos años la actividad en el centro era mucho menor, y atractiva para muy poca gente. Tal vez no notemos esto claramente, porque es un proceso lento, de los que no nos damos cuenta hasta que se acaban, pero el casco antiguo está sufriendo una gradual revitalización, de un interesante tinte artístico. Me alegra mucho poder ser testigo de la transición que promete transformar la percepción que tenía de la cultura urbana en esta ciudad tan querida, e insto a otras personas a que vayan documentando todo lo que puedan. Estoy convencida de que, en pocos años, la vida en el casco antiguo habrá cambiado tanto que nos preguntaremos cómo sucedió.

domingo, 6 de noviembre de 2011

A lo tuyo, querido

Llamó un primo hace un rato, el cual, entre otras cosas, dijo: "pero ustedes son todos multimillonarios". Lo dijo con tono bromista, pero en el fondo se notaba que quería hacer notar, dar lástima, con su supuesta miseria.

Sé que lo de "multimillonarios" es una exageración, pero el tipo se hace la idea de que acá somos gente rica. Primero, no lo somos. Segundo, trabajamos todos.

Este caso particular tengo más conocimiento de la persona, por lo que puedo decir que es uno de esos que buscan la causa de sus problemas en los demás y, si no la encuentran, buscan que la gente se compadezca de ellos o menospreciar a otros.

Porque hay gente que sí consigue las cosas mediante su esfuerzo. No soporto la gente que te dice "andamos bien, ¿eh?" sin saber que: a) no es así y b) se sale a trabajar, como todo el mundo. Que por circunstancias personales una tenga problemas menos o más graves que los de los demás, o que se sepa administrar mejor escapa de las manos de una.

Es muy difícil para nuestra sociedad simplemente aceptar que hay gente que trabajó y fue retribuida por eso. Siempre es "se la chupó al gerente" o "el dueño es su pariente". Siempre hay comentarios por el estilo cuando alguien mejora su situación económica.

Otra explicación es que acá abunda la gente que consiguió todo lo que tiene por chonguismo, pero eso no quiere decir que no sea posible tener éxito esforzándose y organizándose bien. Pero darme cuenta de todo esto me reafirma en la postura de trabajar y no meterme en quilombos. Porque no sabés qué problemas puede tener la otra persona y otra persona no puede saber qué dramas personales tenés vos. Me parece muy importante enfocarse en el trabajo propio y no andar metiendo cizaña en contra de los demás.