domingo, 9 de septiembre de 2012

Antitacones y antisostenes

Un par de personas a las que desearía conocer y con las que desearía hablar seriamente son las siguientes: quien sea que haya popularizado los tacones y quien sea que haya popularizado los sostenes.

Sabemos que los calzados altos -que dan más estatura y una postura más «elegante»-, así como las prendas que sujetan los pechos, datan de varios siglos atrás. Es más, anteriormente hacían sufrir a sus portadoras mucho más que ahora con esas plantillas imposibles o esas varillas de hierro que reubicaban todos los órganos internos como podían.

Pero eso no quiere decir que no se sufra ahora. Los tacos son una crueldad por donde se los mire: deforman, incomodan y, sobre todo, ocasionan dolor. Son tan crueles que, a sabiendas de todo esto, nos siguen pareciendo bellos. Seguimos deseándolos y seguimos pensando que nos hacen ver mejor. Son tan infames que nos terminamos acostumbrando a usarlos hasta el punto en que resulta más fácil caminar con ellos que con zapatos planos. Mientras tanto, los zapatos más prácticos y cómodos son unos marginados de la estética.

Lo mismo con los sostenes: es verdad que ya no nos encorsetamos de la cadera al cuello, pero sigue siendo un sufrimiento la cuestión de la sujeción. Es que, si bien no hay nada mejor que andar suelta, a veces es necesario un poco de soporte: al correr, al hacer ejercicio, etcétera, ya que los senos que saltan pueden llegar a ocasionar dolor. Pero usar la necesidad de agarre como excusa para inventar corpiños imposibles es algo cruento.

Hay de todo: telas que irritan, aros que se rompen y se incrustan en la piel, rellenos que proporcionan dimensiones irreales (esto a algunas les gusta, no juzgo), colores y diseños inimaginables. Todo esto en medidas estandarizadas que se venden al por mayor, como si todas fuéramos iguales. Al final, terminamos conformándonos con un sostén que se cierre bien en la espalda, pero con breteles largos; o uno con los breteles bien, pero que nos queda o muy chico o muy grande en los pechos; o cualquier otro problema, que pensamos es culpa nuestra por no ser como el maniquí que lo exhibe. Con todo eso, también optamos por lo más «lindo», mientras un eficiente y confortable sostén deportivo queda descartado, por feo.

En mi caso, mi asimétrico cuerpo hace tiempo que se resignó a no ser alto y a la inexistencia del soutien perfecto. Tampoco es sencillo, pero se sufre mucho menos. Tal vez haya otras personas en el mundo que piensen que esto es razonable. Digo.