sábado, 22 de octubre de 2016

El privilegio también es violencia


"El mensaje no debería tomarse más en serio porque lo diga un hombre". Fuente: Feminista Ilustrada.

Hace unos días que quiero quejarme sobre el tema del muchacho con el cartel que reclamaba que quería que las mujeres nos sintiéramos seguras (y que resultó tener denuncias de su ex), etcétera... Mil veces habrán visto circular la foto, así que no voy a repetir lo que ya saben. Voy a hablar de otra cosa.
Lo que me molestó desde el primer instante fue lo siguiente: parece que ya entendimos el concepto de violencia de género. Parece que ya entendimos el tema de la desigualdad. Parece que estamos entendiendo que esa dinámica opresiva está mal y está costando vidas. Todo perfecto eso. Pero lo que evidentemente no estamos entendiendo todavía es el privilegio.
Vamos a cambiar de contexto, a ver si se entiende. Imaginemos que una tribu indígena decide manifestarse para exigir, por ejemplo, una atención médica digna. Yo, paraguaya, no indígena, estoy de acuerdo con la causa y me uno a la protesta. Me apodero del micrófono y empiezo a discursear como una campeona acerca de las carencias que vive la tribu y la importancia de escuchar sus reclamos. Llamo la atención de los medios y mi cara se vuelve noticia.
Puede ser muy, pero muy noble mi intención, pero lo que estoy haciendo con eso es robarles espacio. Es opacar la voz de personas que sistemáticamente son silenciadas. Es hacer que la conversación se trate, una vez más, de mí y no de ellos.
Y algo así es lo que vi en la semana. Por todos lados fotos de hombres exigiendo seguridad para las mujeres. Quizá no tuvieron la intención de apropiarse de ese espacio ni de hacerse virales. A lo mejor parte de la culpa también está en nosotros por tomarnos más en serio los mensajes que nos manda alguien con privilegios que los mensajes de las verdaderas víctimas de opresión. Tal vez nos gusta más compartir el cartel del "tipo sensible que empatiza" que el cartel de la mujer que realmente fue víctima de violencia. Pero el abuso de privilegio, sea o no consciente, ocurrió.
Que nos sirva para hacer un poco de introspección y ver qué tanto hacemos esto en nuestro día a día. Qué tanto interrumpimos desde nuestra posición a la gente que tiene más dificultades para hacer llegar su mensaje. Qué tanto abusamos de nuestro privilegio.
Porque, por más a favor que yo esté de la causa de un sector marginalizado de la población, si no pertenezco a dicho sector, tengo que aprender a ceder espacio. Hablar menos sobre lo que yo creo que pasa. Escuchar lo que realmente sucede mediante experiencias de primera mano de la gente que sufrió lo que yo solamente me imagino. Llamar la atención de otros sobre el trabajo de estas personas, y no sobre el mío. Apreciar la lucha ajena sin apropiarme de ella.
En fin, cambiar un poco el enfoque y hacer que la conversación, que fue por siglos acerca de mí y los que son como yo, pueda ser por una vez acerca de otro.