martes, 22 de febrero de 2011

Días lluviosos

Pareciera que no me gusta la lluvia, por eso me quejo tanto. Podría parecer, ¿por qué no?, que me gusta demasiado, y por eso la menciono tanto. En realidad, el tiempo no tiene mucho que ver con las acciones perjudiciales de la gente: de todas maneras, las llevan a cabo. Pero llaman mi atención (y mi indignación) dos actos particulares que son tan frecuentes, tan "tradicionales," tan comunes, que son repetidos infinitamente e ignorados, como si fuesen correctos. Ambos actos tienen relación con la lluvia, así que en este muy tormentoso verano han sido practicados en exceso.


El primero de estos actos es previo a la lluvia. Supongo que para los sucios que lo realizan, transcurre más o menos así: deciden empezar cuando sienten ese viento fresco, cuando ven que el cielo se vuelve más y más negro, minutos antes de que caigan las primeras gotas de lluvia. "Aprovechan," piensan ellos, que caerá agua. Y empiezan. En el patio, si la casa es grande; en un terreno desolado, si no, juntan los desechos y los ponen a quemar. Una sucia hoguera en donde arde la basura que cualquier ciudadano normal enviaría al vertedero, en un camión recolector, servicio por el que se paga una ínfima suma. Pero esta gente no quiere recurrir a ese servicio. Prefiere elevar un negro y sucio humo que se revela ante el servicio municipal.


El segundo acto ocurre durante la lluvia y, algunas veces, después (si el volumen de agua es lo suficientemente elevado). Consiste en lo siguiente: cuando se junta agua en los bordes de las aceras, las "pulcras" personas que barren sus veredas juntan con la escoba toda la basura que fue arrojada en las calles (por gente también muy "pulcra") y la arrojan meticulosamente en los orificios que hace allí el precario sistema pluvial. No se salvan los arroyos, que son tachos de basura en lugar de ser fuentes de agua potable.


Convengamos que el servicio municipal no es precisamente el mejor, ni el más eficiente. También está claro que el tratamiento de los desechos luego de ser recogidos no es el ideal. Pero no es excusa para perpetuar el hecho de que vivamos en un basurero. Y más allá de que a mis ojos les molesten la apariencia de sus porquerías tiradas, es algo que tienen que tener en cuenta por todos, hasta por ellos mismos, no por mí. El humo que sale de su basura quemada es altamente tóxico, pone en riesgo la salud de todo el mundo y no ayuda en nada a controlar la polución. Esas torrentes de agua trancadas con sus residuos se contaminan, y no nos sirven a nosotros ni a nadie, sin mencionar que juegan un papel importante en las inundaciones de las calles cada vez que llueve.


Después son ellos los primeros en culpar a los gobernantes por las consecuencias de su propia negligencia. Sí, quizá tenga culpa el gobierno en no educar mejor a la gente, en no ponerles tachos de basura en cada esquina para que no tiren las cosas por ahí, en no dar servicio de recolección de basura gratuito... pero todo eso no justifica un carajo. Podemos sin problemas responsabilizarnos por nuestros errores y dejar de culpar al gobierno por todo, especialmente cuando demostramos que no somos mejores que los gobernantes.


Aparte, sin importar que busquemos lavarnos las manos mediante peleas humanas, no debemos olvidar que si no respetamos a la naturaleza, llegará el día en que la naturaleza no nos respetará. Eso sí, yo no quiero que la querida naturaleza me pase por encima por culpa de otros.

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