martes, 7 de septiembre de 2010

¡Juventud, primavera!

Está claro que nuestro breve y pobre invierno ya acabó. Los lapachos florecen, llenando la vista de rosa, lila, amarillo y blanco; los primeros insectos empiezan a aparecer; proliferan las aves... y los adolescentes sufren de incontrolables impulsos sexuales.

La primavera en esta tierra subtropical no es muy perceptible: el calor es lo considerado normalmente calor de verano. La sutil diferencia es que en primavera tenemos mucho calor y en verano vivimos en el mismísimo averno.

La primavera también se distingue por el comportamiento adolescente, el cual se contempla en su máxima expresión alrededor del equinoccio vernal. Los hechos se suceden más o menos de la siguiente manera:
1- el colegio organiza una fiesta para celebrar la llegada de la primavera;
2- la fiesta se torna aburrida, por lo cual no pasa nunca de las 3 de la tarde;
3- como todavía es temprano, las jóvenes parejas aprovechan esta ventaja para ir, como sea y adonde sea, a actuar según sus impulsos primaverales (actitud altamente peligrosa en parejitas heterosexuales);
4- para el mes de noviembre, como el país es pequeño y su población lo es más, necesariamente nos llegan noticias acerca de los flamantes embarazos.

Esta situación es interesante para observar, pero lamentable para analizar. Son estos casos los que colaboran con la perpetuación de mediocridad social y la frustración individual. Buen mes eligieron numerosas organizaciones para declarar el 26 día mundial de la prevención del embarazo no deseado.

Algunos adultos, increíblemente, siguen evitando inculcar educación sexual. Creen que protegen a la juventud cuando lo único que hacen es ocultarles información. Esto, además de lamentable, es nocivo.

La «calentura adolescente» ha existido siempre, sabemos eso. Lo que cambia es siempre la creatividad de estos personajes para encontrar siempre una manera de salirse con la suya. No hay nada malo con el hecho de abocarse a sus impulsos, pero es conveniente que siempre antepongan la mente al cuerpo y que tomen las precauciones necesarias.

sábado, 24 de julio de 2010

Mueran las solteras

Sé que ya mencioné el tema del matrimonio en la entrada Tu propio árbol genealógico, pero hoy voy a restringir el tema un poco más y me dedicaré a explicar solamente cómo le va a uno de los grupos afectados: el grupo de las mujeres.

Me sirve de ejemplo una conocida, un año mayor que yo, con quien discutí no hace mucho el tema. Todo comenzó cuando mencioné a una mujer que ambas conocemos. Mi interlocutora la veía básicamente como el ejemplo a NO seguir: pasa los 30 años de edad, no está casada, no tiene hijos/as y «con esa vida tan amargada, seguro que ni novio tiene.» Me decía, convencida desde lo más profundo de su ser, que ella pensaba casarse alrededor de los 23 años y tener hijos/as casi de inmediato.

Lo triste de la situación es que no es ella la única que piensa así. La mayoría de la gente con la que me he topado me ha dicho cosas similares.

No estar casada (con un hombre, obviamente, ¿cómo se nos ocurre pensar que puede ser con una mujer?) y no tener hijos/as no es nada malo... cuando una tiene 20 años. A partir de los 25, ya tiene que estar desesperada por que eso se realice, ¡si es el sueño de toda mujer! Más que sueño, es su función en la vida.

El querer buscarse alguna alternativa a este modo de vida (matrimonio) convierte a la mujer en paria. Puede, si quiere, estudiar y trabajar. Pero necesariamente tiene que sumar la responsabilidad maternal a todo lo que ya la está agotando. De lo contrario, su vida no es plena. Es obvio que la mujer sola vive de mal humor «porque no tiene un tipo al lado.»
Digo: las casadas (con hombres) que todo el día se quejan de sus maridos, ¿viven de buen humor? Las solteras que se dedican a la actividad que desean, cuando quieran, cuanto quieran y como quieran, ¿son infelices porque mandan en sus propias vidas? Creo que el promedio de mi sociedad (promedio al cual me enorgullezco de no pertenecer, sin importar cuán engreída suene al decirlo) tiene una visión o errónea o muy pequeña de la realidad de cualquier persona que se escape a los modelos que su mente conoce.

Puede ser también que la mujer soltera sí piense en dejar de serlo algún día, pero que no esté apresurada. Es una idea muy loca, ¿no es verdad? Dijo mi interlocutora: «ya tiene más de 30 años, es vieja.» Y pensó además: «es muy vieja. Ya no va a encontrar a nadie que quiera casarse con ella y va a tener a sus hijos/as a una edad muy avanzada.»
¿En serio cree que tener 30 años es ser vieja? Tonta pregunta. Claro que cree eso. Cree, tal vez, que una a los 28 ya es vieja.
Y si nadie se quiere casar con una, ¿qué importa? ¿Se va a caer el mundo? Además, ¿quién le asegura a la que se casó a los 22 que la persona con la que se casó la va a soportar toda la vida?
La verdad es que alrededor de esa edad (30, cuando se ha perdido toda juventud, según mucha gente) una puede estar en la cima: una mezcla de juventud con madurez que hace de esta mujer supuestamente vieja, triste y sola una verdadera gema. Para mí, una mujer que decide salirse de lo estándar y que «le chupe un ovario»* lo que los demás (mejor dicho, lo que LAS demás) piensen de ella es una mujer valiosa y admirable.

Y es así, parcialmente, la presión que sufrimos las mujeres por parte de otras mujeres. Tenemos que estar siempre hermosas, ser siempre jóvenes y felices (la felicidad se consigue casándose con un hombre y criando hijos/as con él). Dejando por un rato la ironía, no digo tampoco que no sea posible acercarse a la felicidad siguiendo el modelo más tradicional o haciendo algo que se le parezca, pues es absolutamente posible.

Cada camino tiene siempre sus ventajas y desventajas. Lo importante es hacer un balance y optar por el que más nos atraiga y menos nos perjudique y de respetar a quienes no eligen el mismo.


*le chupe un ovario: feminización de la frase «me chupa un huevo,» que coloquialmente es pronunciada por hombres con el sentido de «no me importa» y en donde «huevo» adquiere el significado de «testículo.»

martes, 15 de junio de 2010

Regalos de temporada

Con motivo de las fechas recordadas en esta zona del planeta (día de la madre en mayo y día del padre en junio), me dieron ganas de quejarme. Intenté hacerlo por otros medios, pero sin éxito. Luego recordé mi blog, el cual tenía bastante abandonado. Al principio dudé, ya que no quería extenderme en un asunto como este aquí; pero luego pensé que estaba bien, que merece la pena, pues esta es una verdadera cuita de esta era.

Básicamente, a papá deben regalarle un LCD (herramienta asociada con ocio, distracción, diversión) porque su día cae en el mismo mes del mundial. A papá, clarísimo está, le gusta el mundial, le gusta el fútbol, y nuestro mejor regalo sería brindarle la oportunidad de verlo en pantalla grande.

A mamá en su día debían regalarle -como todos los años- una plancha, un horno (herramientas asociadas con el trabajo doméstico, que en algunos casos es esclavitud) o un secador de pelo (herramienta asociada con la idea de que lo más importante es lucir un exterior estéticamente aceptable). Si la economía así lo permite, podemos incluso recurrir a todas las alternativas mencionadas, para dejarle a mamá bien en claro que ella es la que limpia, cocina, lava y, además, debe estar siempre hermosa o al menos querer e intentar estarlo.

Eso es lo que nos sugiere el exceso de publicidad. Publicidad que se hace sin ningún control, sin ningún miramiento a las ideas que puede inculcar dentro de la sociedad. Publicidad que es fruto de ideas anticuadas muy difíciles de desarraigar. Publicidad que, como ve que la mayor parte de la población es la gente que no goza de la posibilidad de avanzar intelectualmente, se aprovecha de ella, le saca todo el jugo (todo el dinero) y le vende cualquier cosa. Mientras la mayoría pague, la mentalidad de la sociedad importa tres pepinos.

Algunos/as nos preguntamos: ¿y si a papá no le gusta el mundial? ¿Y si a papá gusta de o se ve obligado a realizar ciertas o todas las tareas domésticas? ¿Y qué tal si a mamá le gusta el mundial y lo quiere ver relajada y en pantalla grande? ¿Qué tal si mamá odia las tareas domésticas o si la naturaleza de sus actividades o su agenda no le permiten realizar ciertas tareas domésticas? ¿Y si hoy no quiere o no puede estar particularmente hermosa, si hoy quiere exhibir su enmarañado cabello sin arreglar?

Yendo más lejos, podríamos también mencionar que a alguna gente le surgen cuestionamientos como: ¿y si no hay mamá/papá? ¿Y si tengo dos padres o dos madres? Pues cada familia es un mundo, y la familia no es un esquema fijo. A la familia la hace el entorno, no los roles dentro de ella.

No hace falta mencionar que estas fechas, en un principio, fueron inventadas (como muchas otras) con el objetivo de simplemente vender utilizando la excusa de la afectividad. El afecto se disfraza de regalo, el afecto se arma, se empaqueta, se vende, se compra y se entrega. El afecto hoy día es cosa sencilla.

miércoles, 21 de abril de 2010

Si la rutina te acongoja

Casi todos y todas nos encontramos actualmente dentro de la cruel trampa de llevar una vida monótona. Quienes no lo están, quizá alguna vez lo hayan estado, o probablemente lo estén en el futuro. La rutina cuenta como una experiencia que nos agarra siempre, nos preparemos o no.
Y se vuelve tortuosa esta clase de vida, ¿no es cierto? Despertar todos los días a la misma hora, realizar nuestras actividades ya aprendidas de memoria, no esperar ninguna sorpresa, acostumbrarse a todo y, finalmente, que la esperanza dentro de nosotros merme cada día más.
Por lo general, aunque no nos demos cuenta, nos sentimos algo cómodos con la rutina: no tenemos que estar constantemente planeando las cosas, hacemos todo como siempre se ha hecho y no nos preocupamos porque conocemos nuestra situación a la perfección.
De todas formas, en el fondo persiste una pequeña rebeldía, la parte que todos escondemos y tratamos de reprimir, pese a ser la misma imposible de domar por completo. Esta pequeña rebeldía es la que estalla en aquellos momentos en que decimos "estoy harto/a". Quien se haya visto presa de una abrumadora rutina podrá decirme que más de una vez ha querido arrojar todo por la borda y comenzar algo completamente distinto.
No obstante, añadiría una consideración más, algo que no siempre nos tomamos la molestia de contemplar: la rutina puede hacerse soportable. Es cuestión de valorar pequeños detalles que normalmente ignoramos. Cualquier pequeño cambio que pueda ser hecho, debe hacerse.
Esto, claro, para volver la situación lo más posible a nuestro favor mientras buscamos nuevos horizontes.

martes, 30 de marzo de 2010

El deseo de un cierre

Usualmente escuchamos que nuestras vidas se dividen en etapas, en fases que necesariamente debemos atravesar y superar. Vemos ejemplos de esto constantemente; acaso cada día sea una etapa que liquidamos.

Esta sucesión de etapas no es en sí un problema, no está ni bien ni mal, pero nos afecta tan profundamente que las reacciones que generamos ante ella toman tanto protagonismo y, finalmente, otorgan protagonismo a la presencia de las distintas fases.

Lo que anhelamos, siempre sin darnos cuenta, es no dejar las cosas inconclusas: buscamos una forma de marcar el final.

Como ejemplo de esto podríamos tomar una agonía prolongada, una enfermedad angustiosa... lo único que desea quien la padece -y también quienes rodean a esta persona- es que el continuo sufrimiento alcance un desenlace, sea este bueno o malo.

Desde otro ángulo, también sirve de ilustración una lucha muy dura, un ideal o meta que se persigue con empeño... surgen ansias de ver los resultados de la batalla, saber si hemos perdido o si hemos ganado.

Lo que ocurre es que la naturaleza humana no admite el desconocimiento, repudia la incertidumbre y es llevada por su curiosidad a encontrar la mayor cantidad posible de respuestas.

Jamás aceptaremos las cosas hechas a medias, mientras tengamos la certeza de que puede haber un término. Siempre intentaremos encontrar todos los medios necesarios para darle a todo una apropiada conclusión.

domingo, 21 de febrero de 2010

Lo que nos hacemos

No es novedad la existencia de tendencias autodestructivas en las personas. No es algo de este siglo realmente, la raza humana siempre ha adorado verse a sí misma en decadencia. Pero en esta época todo lo que hagamos tiene mucha más notoriedad, y el escándalo que se pueda armar al respecto es más grande.

Un caso concreto, para ilustrar la idea, es el de los desórdenes alimentarios. Llegué a conocer a una chica que padecía de uno. Ella me comentó que la bulimia la ayudaría a conseguir la imagen que deseaba tener, que sabía lo que hacía. Me dijo que no se trataba simplemente de comer compulsivamente y luego vomitar, sino que ella planeaba todas sus acciones con mucho cuidado, y que la bulimia no era para ella una enfermedad, sino un estilo de vida.

Para cualquiera que la escuchara hablar así, esa chica está totalmente loca. Es verdad, hay un problema mental detrás de sus palabras, pero es un problema al que fue conducida por la gente y sus exigencias estéticas. Y es también un problema que es juzgado como erróneo por la misma gente que lo ocasionó. Esa gente que tan mal califica las palabras de una bulímica empedernida, ¿se califica a sí misma? Porque muchas de las acciones que esa propia gente realiza no son ni mejores ni peores.

Pensémoslo: pasar todas las noches del fin de semana en una discoteca con música alta, beber grandes cantidades de alcohol, dormir poco, consumir alimentos que no contienen los nutrientes necesarios, tomar mucho sol, ver demasiada televisión, cositas así... ¿no son autodestructivas también? Sí, pero no obstante, pasan desapercibidas en la mayoría de los casos.

Debemos ser conscientes de que es imposible llevar una vida perfecta con hábitos perfectos, y que cuidarnos es muy complicado. Quizá cada persona decide cuál es la mejor manera de arruinar su propio cuerpo. En parte, es razonable, somos dueños/as de nuestros propios cuerpos, lo menos que podemos hacer es escoger qué hacerle. De todos modos, no conviene caer en excesos. Y lo más importante de todo: antes de intentar juzgar y tomar control sobre lo que otra persona le hace a su cuerpo, juzguemos y tomemos control de lo que nos hacemos.

domingo, 14 de febrero de 2010

Tu propio árbol genealógico

Ocasionalmente nos vemos en la siguiente situación: no sabemos qué decir o cómo comportarnos cuando estamos en un grupo que conversa de un tema que escapa a nuestro conocimiento, cuando hablan de algo que no entendemos.

No por gusto, sino por obligación, me veo atrapada en un grupo de personas que constantemente hablan de un tema que tienen en común, y me sucede lo que acabo de mencionar. Resulta que yo no tengo ese tema en común con el resto del grupo, lo que me deja "excluida".

¿Cuál es ese tema? La descendencia, tener hijos/as, ser madres (sí, las personas de ese grupo son todas mujeres). Hablan de eso como si fuera absolutamente lo único productivo que han hecho en sus vidas y, encima, como si las personas que no tienen hijos/as son inútiles para el mundo. Quedo, entonces, apartada, por no tener hijos/as, según ellas; y por tener ideas bastante originales en relación con el tema, según yo misma. El estar apartada, no obstante, no evita que escuche las conversaciones que tienen. Es más, a veces se dirigen a mí, intentando aconsejarme.

No repetiré las cosas que dicen, no, no lo haré. Es suficiente con escucharlas todos los días. Sí mencionaré, sin embargo, que hay una idea que siempre he tenido y que crece más y más (sobre todo después de haber conocido a personas como las de este grupo): no quiero ser madre.

Realmente no veo necesidad alguna en tener un hijo/a. Es una responsabilidad demasiado grande para la cual jamás estaré preparada. Además, soy alguien muy egoísta como para ocuparme de alguien más con tanta devoción.

¿Qué tan grave es que yo no tenga descendencia? Por un lado estoy yo, con cero hijos/as, y por otro lado está mi vecina, con cuatro. La raza humana no se extinguirá por eso. Es más, es una gran contribución al mundo, que se encuentra superpoblado. Me resulta molesto que mucha gente crea que esta opinión mía es mala, y más molesto aún me parece que crean que el ser madre o ser padre es una obligación para todas las personas. No deberían condenar así a toda la gente, es un mundo libre y lleno de posibilidades.

Si alguna vez el deseo maternal se apoderase de mí, creo que la mejor opción sería la adopción. Pensémoslo, hay un exceso de criaturas que necesitan de alguien que cuide apropiadamente de ellas, y una escasez de padres y madres responsables. De nuevo, ayudaríamos a equilibrar la situación crítica en la que se encuentra este mundo. También he oído indignantes respuestas acerca de esta opinión mía: muchas personas realmente piensan no solamente que es obligatorio tener hijos/as, sino que un hijo o una hija no lo es a menos que haya sido concebido/a por mí misma. Creo que es una idea ridícula, una cosa es ser padre o madre, y otra cosa muy diferente es ser padre biológico o madre biológica.

Otra idea extraña que surge en la mente de muchas personas es que en la vejez necesitarán alguien que se haga cargo de ellas. No saben que cada vez es más común la costumbre de enviar a la gente anciana a los asilos, no saben siquiera si llegarán a la vejez, y no saben cómo vivir su presente, lo cual hace muy ridículo el hecho de pensar en su futuro, sobre todo un futuro tan lejano y tan incierto.

Es verdad que hoy puedo decir una cosa y mañana hacer otra, pero es mejor tener una vaga idea de lo que quiero a tener que decidir constantemente.